Luces y sombras de la “Orangemanía” entre los holandeses
La popularidad de la Casa Real Holandesa tiene altibajos, pero los Orange ocupan un lugar especial entre los holandeses.
El relevo en el trono de Holanda será una fiesta en tonos naranja: banderas, pasteles, ropa y hasta cerveza con colorante naranja servirán para homenajear a la familia real, los Oranje, cuando el próximo 30 de abril el príncipe Guillermo Alejandro y su esposa Máxima sean coronados reyes.
En esa fecha se celebra tradicionalmente en el país el Día de la reina, una colorida fiesta al aire libre en la que los holandeses agasajan a la monarca Beatriz, aunque el cumpleaños de ésta sea en enero. Será la última vez, pues a partir de 2014 pasará a ser el Día del rey. Se espera que el próximo martes acudan a Ámsterdam un millón de visitantes para disfrutar de los festejos.
No obstante, la monarquía también tiene detractores. El movimiento de protesta “Het is 2013″ (Estamos en 2013) ha instado a los ciudadanos a vestirse de blanco en lugar de naranja y lleva como símbolo una corona negra tachada en rojo. Aunque la situación tiene poco que ver con los disturbios de 1980, cuando fue coronada la reina Beatriz. La policía tuvo que proteger a la familia real y sus invitados de una airada multitud que gritaba “Geen woning, geen kroning” (si no hay viviendas, no hay coronación).
Hoy la popularidad de la monarquía es bien distinta, afirma el historiador Geert Mak. “En 1980 había mucha tensión social.” Él vivió como reportero aquellas protestas sindicales, huelgas y ocupaciones de edificios. Apenas una semana antes de la coronación de Beatriz, la policía de Ámsterdam tuvo que utilizar incluso tanques para desalojar un edificio ocupado. “Las protestas del día de la coronación se dirigían en general contra la élite dominante“, explica.
Treinta y tres años después, casi ha desaparecido el debate sobre monarquía holandesa. A ello contribuye que apenas haya habido escándalos en este tiempo, al contrario de lo ocurrido en otras casas reales como la británica, la belga o la española, que ha sufrido una fuerte caída de popularidad en los últimos años. Y esa ausencia de titulares incómodos se debe a Beatriz, sostiene Mak. “La monarquía es un elemento de unión y un símbolo de nuestra identidad nacional“, señala. Y eso es algo que los holandeses saben y aprecian.
Con todo, la fidelidad a los Oranje tiene sus límites, sobre todo cuando se trata de dinero. Cada vez más ciudadanos critican los elevados costes de la monarquía y la organización Nueva sociedad republicana está trabajando en una iniciativa legislativa popular para reducir drásticamente el presupuesto anual de la corona. En lugar de los 845.000 euros libres de impuestos (1.100.000 dólares), el futuro rey Guillermo Alejandro recibiría sólo 150.000 euros netos, una cifra que corresponde aproximadamente al sueldo anual del presidente de Holanda.
También hay cada vez más políticos que toman distancia de la monarquía en su forma actual. Durante el relevo en el trono, 16 diputados de distintos partidos tienen previsto rechazar el juramento de fidelidad al nuevo rey. Algo que no sucedió en la convulsa coronación de 1980.
Por eso, la nueva pareja real no puede permitirse ningún escándalo, advierten incluso los políticos más monárquicos. Guillermo Alejandro y Máxima ya lo experimentaron cuando, ante la presión de la opinión pública, tuvieron que vender la lujosa vivienda que habían adquirido en Mozambique. Y como reina, tampoco se aceptaría que la argentina Máxima siguiera viajando de vez en cuando a Milán para comprar calzado. Ya lo dice el refrán holandés: “Sé normal, que ya es estar suficientemente loco“.
Por Annette Birschel (dpa)
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